Dominique Denon: El Doctor Goebbels de Napoleón 4v3e58

Hay un podcast que si no lo habéis escuchado, deberíais escucharlo, sobre todo si os interesa la historia de España, sobre todo si os interesa uno de los episodios más gloriosos, también más tristes en cierto sentido, más trágicos y más heroicos de nuestra historia, que es la Guerra de la Independencia, que se llama precisamente así el podcast, Independencia.

Lo trae Alberto Ausín, y en ese podcast no solamente se habla de españoles, porque los españoles son solo la mitad de esa ecuación, se habla también de la otra mitad de la ecuación, que son los ses. Y de uno de estos ses notables nos va a hablar hoy Alberto. Alberto, bienvenido a Días Extraños. Hola Santi, ¿qué tal estás? Yo encantado, como siempre, de poder charlar un rato contigo y con todos los oyentes de Días Extraños, para presentarles un personaje no muy conocido, pero muy interesante.

Sí, porque en este caso además estamos hablando de alguien que procede de la nobleza, que estaba dedicado a las artes y las letras, y que tendría un papel fundamental en una de las instituciones culturales más famosas y más notables de todo el planeta.

Exactamente. Yo antes de empezar, Santi, me gustaría preguntarte si a ti alguna vez te ha pasado, a lo mejor en otoño, o en verano en Madrid, cuando hay menos gente, o en otro sitio, tal vez un día lluvioso, a un museo grande, que normalmente suelen estar llenos de gente, porque normalmente en estos grandes museos siempre hay muchísima gente, pero no sé si te ha pasado alguna vez que a lo mejor has entrado ya tarde, que había poca gente, o que llovía, y paseando por esas salas inmensas casi tú solo, si no te han entrado ganas de quedarte allí toda la noche, si no has fantaseado un poco con la idea de decir, cómo me gustaría quedarme aquí yo solito un rato, sin que nadie me moleste, como si yo fuese el dueño y señor del Museo del Prado, o de la Galería de Leufitzi en Florencia, o del Museo del Louvre, y el personaje sobre el que vamos a hablar hoy fue el fundador, de alguna forma, del Museo del Louvre, así es que este hombre hacía y deshacía con este museo, más o menos como le daba la gana, y me preguntaba yo, si no te gustaría en algún momento, Santi, ser un personaje como éste.

Hombre, claro que me gustaría, de hecho, pues eso me ha pasado en Madrid en tres sitios, uno de ellos en el Prado, pero sobre todo en el Reina Sofía y en el Museo Thyssen, porque tengo cierta predilección o cierta debilidad por el arte moderno y contemporáneo, y no sólo eso, es que este me lo llevaría a casa y lo colgaría en el salón, directamente. Además, cuando hay poca gente, no sólo miras tú los cuadros, los cuadros también te empiezan a mirar un poco a ti, cosa que es imposible cuando hay muchísima gente alrededor, o tocar un poco alguna escultura, notar las venas de una escultura de Miguel Ángel o de quien sea.

Evidentemente, si cada turista pudiese tocar la escultura, pues adiós escultura, pero entran ganas. Y vamos a ver, si te parece, Santi, vamos a ver un poco la biografía de este individuo llamado Dominique Vivant, Baron de Denon. Yo, con el francés, no me las apaño muy bien, entonces tus oyentes que me perdonen, no es por maldad, no es por ignorancia, si acaso, porque este señor nació en la localidad sa de Chalons-sur-Saône, en el departamento de Saona y Loira, el 4 de enero de 1747, en el seno de una familia noble de provincias.

Y bueno, pues como le pasa a tanta gente, el padre de Dominique, Vivant Denon, le dijo, hijo mío, ve a París a estudiar leyes, vete allí, estudias Derecho y te haces un hombre de provecho, ya eres noble, pero bueno, el bueno de Dominique fue a París y del Derecho se olvidó prácticamente enseguida, porque descubrió, bueno, son cosas que pasan, descubrió aquella ciudad maravillosa, empezó a escribir, pero no textos de jurisprudencia, no, no, empezó a escribir novelas.

Además, él enseguida se distinguió como un gran conversador en los ambientes cortesanos y en los salones de los nobles, que los nobles se aburrían bastante, cosa que no pasaba con el pueblo llano, que no tenía tiempo para aburrirse, pues los nobles se aburrían y él era muy buen conversador, y se fue metiendo un poco por allí, escribió una obra de teatro.